Hoy, además de la oreja verde, me pongo las gafas violeta para denunciar públicamente una franquicia extendida por diversas ciudades de Estados Unidos, México, Portugal y España: Princelandia.
Este negocio se lucra imponiendo los roles de género que los colectivos feministas, lgtbiq+ y gran parte de la sociedad llevamos tanto tiempo tratando de romper. Fiestas de cumpleaños no mixtas, sólo para niñas, ambientadas con decoración rosa, vestidos de princesas, manicura, maquillaje, peluquería, desfile de modelos y todo necesario para que una niña se sienta, por un día, la mujer sexualizada que la sociedad patriarcal espera de ella. Sólo les falta ponerlas a fregar, vaya.
Pregunté si existía la posibilidad de celebrar cumpleaños mixtos y efectivamente existe, no vayamos a pensarnos que no están en todo: para los niños tienen disfraces de súper héroes. Seguramente a los niños a los que les guste el rosa y las princesas o, simplemente no se sientan identificados con súper héroes, les hará sentir muy integrados este tipo de cumpleaños. Y no lo reduzcamos a un disfraz porque entonces habría disfraces de animales (por ejemplo) y no de princesas para ellas (delicadeza, belleza, fragilidad…) y super héroes para ellos (fuerza, valentía, poder…).
Por si fuera poco, Spa para madre e hija, fiestas Baby Shower para futuras madres y sus amigas y fiestas para mujeres adultas que quieran «volver a sentirse princesas». ¿He dicho ya que todo esto es sólo para chicas? Bueno, no lo pone en ningún sitio, pero vamos, sólo hay que echar un vistazo por su web.
Pero, ahora bien, hay partidos políticos y personas que hablan de adoctrinamiento cuando se intenta educar a lxs niñxs en igualdad, dando visibilidad a los diversos tipos de modelos masculinos y femeninos que existen. ¿El verdadero adoctrinamiento no será imponer determinados roles, gustos o rasgos personales según tu género, dar por hecho tu género según tus genitales o desplazar a quien no se siente identificado con lo que «la mayoría» sí? Como si esa «mayoría» se sintiese cómoda en ese rol por mera casualidad y no existiese el factor cultural y educativo. Como si la libre elección no fuese un mito. Y no sólo eso, los roles de género imponen mucho más que un color o un rasgo de la personalidad, imponen también una forma de sentir: heterosexual y monógama. La heteronormatividad y el amor romántico también están dentro del imaginario cultural que hay detrás del rol de princesa y súper héroe.
Basta ya de intentar educar a niñas frágiles que se sientan valoradas únicamente por su belleza o que sólo esperen de la vida que las salve un príncipe que les prometa «amor» eterno, con el que formar una familia para cumplir con su rol de mujer.
Basta ya de intentar educar a niños que repriman sus sentimientos porque tienen que ser siempre fuertes, que carguen con la función de producir y sostener económicamente a una familia o que crean que pueden satisfacer todos sus deseos y terminen no aceptando el «no» de una mujer en cualquiera de sus variantes.
Basta ya de dar por hecho el futuro de una persona por el genital con el que ha nacido hasta antes de salir del útero. Basta ya de educar en el patriarcado. Basta ya de negocios como Princelandia, donde empieza todo.