Como cada año, se acercan las navidades y ya se escucha su banda sonora: anuncios de juguetes (la mayoría sexistas y promotores de violencia) y villancicos. Pero hay algo peor: las frases cargadas de chantaje emocional, meritocracia y exclusión social, que escupen algunas personas adultas por estas fechas:
“Si no te portas bien, no te traerán regalos”.
“Tienes que ser bueno/a, que los reyes te están vigilando”.
“Cuánto mejor te portes, más regalos tendrás”.
“¡Cuántos regalos te han traído los reyes! Eso es porque te habrás portado muy bien”.
Entre los dos y los siete años de edad, lxs niñxs se caracterizan por el pensamiento simbólico, mágico y egocéntrico, dando lugar al mundo fantástico de este periodo. Se trata de una etapa muy importante, en la que necesitan crear su propia realidad paralela y segura, donde todos sus conflictos, frustraciones y miedos tienen explicación y solución.
Cuidar la infancia es ponernos en su lugar, respetar su mundo interior, entender que su abuela es su abuela y no la madre de su madre, que su oso de peluche tiene sentimientos, o que si se tapa la cara nadie le ve. Pero cuidar la infancia también es protegerla de una sociedad capitalista que se aprovecha de su vulnerabilidad, que la incita a consumir de forma compulsiva y que manipula su mente con publicidad engañosa.
Los anuncios de juguetes van dirigidos a niñxs; sin embargo, no están adaptados a su maduración cognitiva. Se utilizan las mismas técnicas de persuasión que en los anuncios dirigidos a adultos, con la diferencia de que lxs niñxs van creer que todo lo que ocurre en ese anuncio, incluidos los efectos especiales, son reales. Y este es un juego muy sucio.
Los reyes magos no existen. Y tampoco ‘son los padres’; ellxs sólo son las marionetas de nuestro sistema capitalista. ¿Esto quiere decir que debamos hablarle a lxs niñxs sobre el capitalismo con tres años? Evidentemente no. Pero, ¿Por qué la sociedad sí parece obligarnos a contarles que en Navidad existen tres reyes magos que reparten regalos por todo el mundo? Porque mueve dinero y educa en el consumismo, asegurando futuros ciudadanos que repitan el ciclo. Nos lo disfrazan de ilusión y nos lo creemos aunque, los que más ilusionados estén en estas fechas, sean los grandes empresarios (y lo digo en masculino) desde sus mansiones.
Yo no creo que la ilusión se tenga que cultivar necesariamente un día del año. Tampoco creo que el hecho de no celebrar la Navidad de la misma forma que el resto de la sociedad signifique cargarse la ilusión de lxs niñxs, ni tiene por qué significar privarles de regalos. También existe el comercio justo y la imaginación para crear juguetes con material reciclado. Es una opción totalmente respetable explicarles la verdad cuando la pregunten o, simplemente, dejar que ellxs decidan lo que pensar con respuestas como: “¿Tú qué crees?, “Hay personas que sí lo creen y otras que no, tú puedes escoger en qué creer”, “¿Quieres averiguarlo?”, etc.
Nadie se traumatiza por enterarse de que lxs niñxs que no tienen regalos, en realidad, no se han portado mal, sino que seguramente sean de clase baja. Los que sí sufran esto probablemente sean los segundos, gracias a este sistema capitalista, que enseña a valorar por lo que se tiene y a competir por el puesto más alto.
Nadie se traumatiza por enterarse de que el rey con la cara pintada de negro de la carroza del pueblo no es una persona negra, ni es un rey mago. Y que es fruto de un acto bastante racista además. Los que sí lo sufrirán seguramente sean lxs niñxs negrxs que tengan que ver ese humillante espectáculo.
Lo que está claro, sea cual sea la opción que escojamos para celebrar estas Navidades con lxs más pequeñxs es que no hay mejor regalo que pasar tiempo con ellxs. Simplemente: estar.